Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis

Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis 45 El que llegó de último con la bolsa me pregunta, —¿usted puede? — y se abrevia muchas frases con sólo ponerse la mano como auricular. Busco mi libreta de apuntes. Yaxchilán había escrito en su tapa días antes de mi viaje. Y adorné las letras con una guirnalda como las de la Frida Kahlo. Yo guardaba una similar de mi exilio en ciudad de México. Apurada. Me dan los nombres y los números. Les diré que los he visto. Le entrego unos dólares a Bairon y “me queda un menudo en quetzales”, —¡dale, todo sirve, hasta la fe! La Bestia había advertido su paso. Los migrantes corren a la par de la línea férrea. Los saludos con buenos deseos y agradecimientos por los aires como el cuerpo del pequeño, el Barrilete. Brinca, un paso al escalón de más arriba, hace un giro exacto con sus caderas. Con una mano aferrada a un tubo y una rodilla en la pisadera, abre un brazo y se impulsa hacia el lomo del vagón. Salen chispas del acero, las ruedas, su continuidad me aturde, traca traca traca y el Barrilete está arriba acercándose a Bairon y al otro. Le ofrecen sus manos para terminar de llegar. Y a más de tres mil kilómetros las luces brillantes de la limusina blindada de Donald Trump –también apodada La Bestia– acecha al otro lado de la frontera. Yo me retiro. Iré en busca del aguacero que ya se siente caliente en el aire. Algunos no lo lograron y están en el suelo pegados a las murallas desde donde se asoman un par de niños con una tristeza vaga. Me detengo en sus oscuras ojeras y ellos voltean la vista hacia el suelo. Cada uno se mide la suela de goma de la zapatilla.

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