Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis
Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis 43 —Este compa me despertó y me dio agua—. Es el Barrilete refiriéndose a Bairon y me hace sentir confiada. Nada le pasará a mis pies. —Cuando agarré la botella de agua yo lo miré bien. No le vi tajos ni costuras. —¿Cómo? ¿Qué no le viste? —que me aclare le pido. —No tiene cortes bravos —y agrega con son de refrán— a muchas cocidas, menos amigos. Los ojos del Barrilete, sin la visera adelante, son azabache y se fijan en un objeto que recogió del suelo. Es un Bumble Bee. Aún conserva algo de su amarillo original en sus piernas articulables. Lo transforma de escarabajo a héroe. Lo mira como a una estampita y le cuelga una petición. —El Bairon y yo cargamos solo un sueño: poder vivir. Y estamos esperando a La Bestia y de ahí nos tiramos el desierto caminando. Recuerdo que a un nieto le escuché que, en el universo de los transformers, Bumble Bee es el pequeño héroe que se esfuerza para sortear las dificultades. Otro muchacho se acerca. Me dice que es de Guatemala. Trae sonrisas y envuelto en hojas de plátano olor a frijoles con arroz y tortillas. —Tuanis—se dicen entre los tres. Parece la adaptación al español de tlatoani en náhuatl, una de las lenguas de los pueblos originarios de la zona. Se saludan, se tocan y se quedan juntos. Bailan. Extienden sus brazos, empuñan sus manos y se dan tres golpes cortos en los nudillos. Siguen el mismo ritmo con una palmadita a la altura de sus corazones. Se miran de frente, nuevamente hacen un puño y terminan abriendo sus manos como si lanzaran estrellas de la punta de sus dedos. Bairon, entre bocados comenta —es aberrante en Sula, o me agarran para traficar órganos, prostitución, o terminamos de mulas
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