Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis

42 de la esquina” —. Así los llama. Ahora que se da vuelta hacia atrás la visera de su gorra, lo veo más niño de lo que imaginé y lo escucho. —Me apodan el Barrilete. Con diez años no cumplidos todavía… —¿Barrilete? —Confirmo—. ¿Como Quincho Barrilete? ¿El del tema del nicaragüense Carlos Mejía Godoy? —Me contesta sí, yo soy legalmente nicaragüense, aunque no vendía bolis como el Quincho. Es esa mezcla congelada de polvo de color con agua. Me dice que solo agua, no alcanzaban las monedas para el polvo. Continúo la conversación. —¿Y de qué esquina me hablas? —le consulto. —Puede ser cualquiera, la esquina de Guatemala con Honduras, la de El Salvador con Nicaragua. Centro América tiene esquinas que se juntan —. Visualizo los países y con mi índice recorro las líneas gruesas de un escombro en el suelo. Reconozco el sombrero alón de Emiliano Zapata. El chico me pregunta qué hago yo. Dejo a Zapata para responderle. Acá por trabajo y es cuando las piernas de uno que está encaramado en un pedazo de muro vuelan al suelo. Parece un muchacho mayor. El cuello manda sus movimientos y sus ojos son tan veloces. He visto venados que son así. El de la gorrita sigue. —Ese se llama Bairon, es de Honduras, de San Pedro Sula —. Con dos pasos largos está al frente mío con su vista en mis botines. —No la van a morder las serpientes —Y sin pausa agrega—; este es mi tercer intento de cruzar a los Estados. No sé qué me daría más miedo: que me quite los zapatos o un animal que me muerda los dedos del pie. Quiero saber cómo se conocieron. —Aquí se habla poco, para qué contar, mejor no volver atrás—. Lleva puesta una camiseta muy grande sobre sus hombros y en el frente tiene impresa la frase “Gigante oscuro”. Bairon es cortante y yo no insisto.

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