La vejez en contexto de transformaciones globales: desafíos éticos transdisciplinarios

ra, las políticas públicas y las subjetividades. De allí la importancia de interrelacionar, de interseccionar la estructura social de género, en las edades diferentes, en las capacidades distintas, en las subje- tividades. Sin embargo, esto no es suficiente. Es necesario vincular los estudios que dan cuenta de las diferencias de la vejez según el género en relación a los ingresos, ya que se hace necesario medir las condiciones de vulnerabilidad como causa asociada a menos recursos, menor apoyo familiar y menores bienes disponibles. Si- tuación que es común a la mayoría de las mujeres. También, signi- ficar que hay una inversión de la clásica división sexual del trabajo en la vejez, donde las narrativas y algunos estudios dan cuenta de una mayor participación social de las mujeres. Las mujeres viejas disfrutan si las llevan a un espectáculo, sin embargo, afirman: “nos gusta ver bailar, pero más nos gusta bailar”. Asimismo, hay estig- mas que es necesario deconstruir, como el de la necesaria soledad, o lo que es peor, el de aislamiento como estrategia de seguridad, lo cual conduce a la vejez como fase de pérdida de contactos. Lo dicho nos plantea la necesidad de revisar y concebir nuevas epistemes para la vejez, reafirmar que ser viejo, varón o mujer o LGTBIQ+, es producto de procesos sociales en los cuales operan desigualdades materiales y simbólicas. Desde el feminismo venimos insistiendo, desde hace cuatro dé- cadas, en la necesidad de la aproximación interseccional, para po- der hacer luz sobre distintas opresiones que sufren las mujeres (no sólo ellas, pero sí la mayoría). No basta hablar de mujeres y viejas, se hace necesario situarlas en sus contextos, en sus construccio- nes objetivas y subjetivas, para poder conocer dónde interactúan distintos factores de opresión. En estas intersecciones, el territorio opera como una variable más entre los indicadores de vulnerabi- lidad, las condiciones situadas de tipos de viviendas, de hacina- miento, de migración, su identidad sexual, entre otras. Dijimos que la omisión de género es un sesgo androcéntrico generalizado que se expresa en las acciones políticas y técnicas, gubernamentales y no gubernamentales, pensadas en clave de hombre blanco, joven, productivo y heterosexual, las que omiten a muchos varones e invisibilizan a las mujeres, todas merecedoras de la atención pública. Entonces el desafío es repensar el derecho a la ciudad para las mujeres en sus distintas fases etarias, pensar en OCTAVA ESCUELA INTERNACIONAL DE VERANO SOBRE ENVEJECIMIENTO

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