Para que nadie quede atrás [segunda edición ampliada]

90 Lentejas en el exilio Por Ana María Ortiz El cariñoso JoséMiguel tenía siempre alrededor a hombres, mujeres, amigos, amigas con los que compartía su casa, música, vino, alegría. José Miguel cocinero. En un minuto preparaba pebres, picadillos, cosas ricas y su famoso postre de peras calientes con helado arri- ba. Aunque fuéramos 30 o más en la mesa. Tenía en su casa un quincho, con bar y terraza frente a ese mar que grandioso te baña. Ahí, en las balustradas le ponía pedacitos de carne a unas enormes gaviotas. Eran sus mascotas y les tenía nombre. José Miguel, cartaginense o cartagenino hasta la médula. Allá fren- te al mar de Cartagena levantó su casa vecina a la de Poli Délano, su gran amigo, en el barrio de la Caleta. Y frente a esa casa, en el mar también dejamos sus cenizas. Donde él mismo se metía siempre a bucear. Era como un Neptuno. Por Cartagena organizó uno y otro festival, de arte, de pintura, de música. En las plazas, en las calles, conciertos en la iglesia, óperas; tenía dos pianos en su casa, unas antigüedades para que tocaran sus amigos barítonos y sopranos, hizo jornadas de pintura con are- na, en la playa Chica o en la playa Grande. Logró que se limpiara la Laguna de Cartagena, que ahora es una reserva, un humedal , con cisnes y todo tipo de aves. Está al final de la Playa Grande casi en el límite con San Sebastián. Logró que se reconstruyera la antigua estación de Cartagena, que hace muchos años se había quemado. Se la jugó por su balneario, donde se quedó hasta el final. José Miguel después del 11 de septiembre de 1973 se fue a Londres, donde vivía con Angélica y los tres niños en una casa en las afueras de la capital inglesa. Allá llegamos a verlos con Ivonne Collinet, a quedarnos con ellos unos días. Al reencuentro. Yo con dos gua- guas: Camilo y Lautaro, la Ivonne con una, la Paula, y ellos tenían tres. Vivimos al más puro estilo refugiados. Todos durmiendo en el suelo o como fuera. En más de alguna ocasión, cocinamos lentejas. En Londres eran para nosotros un manjar. José Miguel, amó, amó y amó. Le gustaba tanto organizar encuen- tros. Y siempre te abrazaba fuerte y algo te regalaba. Yo tengo un gorro bolchevique que me dio. Él era coleccionista de gorros. Ten- go una lámpara con opalina y bronce, antigüedades que cachurea- ba. Su casa estaba llena de antigüedades. También nos dio un remo y uno de los cuadros hechos con arena. ¿Se acuerdan cuando llega- ba a la Escuela con una bolsa de mariscos de regalo? No sé si será feo decirlo pero para su funeral fueron a despedirlo tres de sus esposas. ¡Qué símbolo de lo cariñoso que era! En el corazón del jet set europeo “Cartagena llora la muerte de su periodista de talla mundial” , tituló el diario El Litoral de San Antonio cuando falleció José Miguel. La frase no era exagerada porque reflejaba fielmente la que había sido la trayectoria profesional de Zambrano en su estadía en Lon- dres, dónde partió con su familia después del golpe. Entrevistó a reyes europeos como quien entrevista a los alcaldes del litoral chiledno. Trabajó en la BBC de Londres, en la agencia Reuters, en Play Boy y en medios argentinos, chilenos y del viejo mundo. Fue amigo de Peter Gabriel, Yoko Ono, Sting y entrevistó a Con el rey Juan Carlos de España.

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