Para que nadie quede atrás [segunda edición ampliada]
166 –No exageremos, señor oficial –intervino Guillermo–. Nos toma- mos unas copas como en cualquier cumpleaños, pero estar bajos los efectos del alcohol es extremar las cosas… Y los tiempos del extre- mismo ya se fueron. Hubo un silencio. Largo. Yo miraba mis pies, tenía muchas ganas de reír. Tras meditarlo y escudriñarnos, el policía dijo: –Ya, voy a dejar pasar esta. Por lo menos ustedes tienen cara de bue- nas personas. Una vez libres, entramos al local y compramos cerveza. Cuando volvíamos al auto frente al carabinero, la bolsa que lleva- ba Guillermo se desfondó y se quebró media docena de botellas, frente al policía que miraba cómo la cerveza corría por el suelo y llegaba a sus zapatos. Guillermo exclamó: “Bueno, tampoco va a ser una noche perfecta”. El policía nos miró incrédulo. Rajamos. 2 Guillermo Hidalgo fue el mejor jugador de fútbol que he cono- cido. A mí me gustaba jugar a la pelota, pero era del montón. Verlo Paseo del curso en 1985. Guillermo Hidalgo es el prime- ro de la derecha.
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