Pandemia y crisis: desafíos para las Ciencias Sociales

La crisis en la crisis ¿La educación a dónde? – 49 teradas por estilos de vida profundamente transformados por las exigencias del confinamiento. La vida escolar ha perdido su realidad física y el habitus está frac- turado y en transformación por el escenario. Las redes sociales utilizadas masivamente, los códigos lingüísticos utilizados, estarían conformando un nuevo habitus como una estructura internalizada que orienta la acción, y, aunque no es una estructura fija e inalterable, los individuos la adaptan en relación con las situaciones contradictorias en que se ven envueltos (Ritzer, 2002). Amanera de ejemplo, la extrema velocidad de la información, sus múltiples canales, las posibilidades de entrar en un juego de opiniones instantá- neas y muchas veces anónimas, la urgencia de estar conectado permanentemen- te, los nuevos dispositivos percibidos como imprescindibles, y crecientemente utilizados en el despliegue de una educación remota, estarían constituyendo nuevas formas de habitus en quienes son parte de esta modalidad de emergencia. Por otra parte, todos quienes formaron parte de esta exploración, conforman una red de relaciones entre las posiciones objetivas de pertenencia a un campo (el educativo), en el que se despliegan y juegan diferentes capitales: culturales, so- ciales, económicos, simbólicos y políticos. Campo educativo cuya importancia radica en que quienes participan en él interactúan desde sus habitus en un campo tensionado por la crisis (Bourdieu &Wacquant, 2005). De acuerdo con los testimonios recopilados, es posible inferir que el cam- po de la educación aparece quebrantado por diferentes tipos de capital cultu- ral, encarnado en agentes que se oponen, directivos y profesores, estudiantes y profesores enfrentados en escenarios de incertidumbres, cambios y ejercicio de poder. Al mismo tiempo, cabe destacar además que en la escuela, aun en plena crisis sanitaria, se imponen prescripciones curriculares de emergencia, exclusión de estudiantes vulnerables, normalización de la desigualdad, invisibilidad de las inequidades. Además, surgen nuevas formas de imposición simbólica de quienes ejercen el poder, lo que entrañaría formas de violencia simbólica ejercidas rutina- riamente (Bourdieu, 1991; 2002) y ocultas al sentido común. Es preciso señalar, y de manera complementaria, que uno de los ejes de la microestructura del mundo escolar es el sistema de micropoderes en su interior que favorecería innumerables puntos de enfrentamiento (Foucault,1978; Araujo, 2016). En el actual escenario esos ejes se concentrarían en equipos de gestión y profesores. Los estudiantes situados detrás de una pantalla no enfrentan directa- mente el peso de la autoridad encarnada en un profesor, también una presencia virtual, pero que acumularía las tensiones provocadas. Por otra parte, la escuela como institución total, según Goffman (2004), encierra en su interior una mul- tiplicidad de culturas que coexisten, se interrelacionan, poseen un carácter de te-

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