Pandemia y crisis: desafíos para las Ciencias Sociales
22 – pandemia y crisis desafíos para las ciencias sociales pandemia por COVID-19 han mostrado un deterioro en la salud mental de la población a través de todos los países (p. ej., Sandín et al., 2020; Wang et al., 2020), incluyendo Chile (Mac-Ginty, Jiménez-Molina & Martínez, 2021; San Martín, 2020), se ha señalado que no todas las personas están en el mismo nivel de riesgo para el desarrollo de síntomas de enfermedad mental o psicopatología ante la pandemia (Cullen et al., 2020; Verdolini et al., 2021). Por una parte, en la literatura internacional se ha evidenciado un nivel de resiliencia importante en la población adulta (Salari et al., 2020; Verdolini et al., 2021), lo cual es coherente con el hecho de que la mayor parte de la población muestra formas seguras de apego (Bakermans-Kranenburg & van IJzendoorn, 2009; Fernández & Dufey, 2015). Sin embargo, los grupos particularmente crí- ticos están dados por quienes tienen la pre-existencia de problemas psicológicos y psiquiátricos, quienes tienen condiciones médicas (p. ej., diabetes, hiperten- sión), las personas mayores de edad y el personal de salud (Cullen et al., 2020). Es dentro de estos grupos que la experiencia de la pandemia, agravada por las dificultades para el acceso a la salud, podría generar empeoramientos más seve- ros de salud mental, como cuadros de depresión mayor y trastornos por estrés post-traumático (TPEP). En los grupos de mayor vulnerabilidad suelen existir restricciones más se- veras del contacto con otros debido al riesgo de contagio que, de prolongarse en el tiempo y con incertidumbre respecto de su término, puede configurar un escenario traumatogénico. Algunos estudios han observado que la separación de las personas cercanas genera efectos deletéreos sobre la salud mental a largo pla- zo (p. ej., depresión y TEPT) incluso cuando éstas han sido por períodos breves de tiempo, lo cual es más intenso cuando las personas tienen formas de apego más inseguras y ansiosas (Gallagher et al., 2016). El trauma, por tanto, puede comprenderse desde la imposibilidad de consolidar experiencias de contención y cuidado con otros ante sentimientos intensificados de miedo y vulnerabilidad, quedando la persona no solo física sino emocionalmente confinada. Cuando existen formas más inseguras de apego, el riesgo es mayor pues hay más probabi- lidad de haber tenido experiencias de trauma temprano (Reiner et al., 2016). La persona puede escalar en la angustia y quedar entrampada en ella, lo cual invoca procesos defensivos básicos que disocian la experiencia emocional de su elabora- ción consciente (Badenoch, 2018). Así el trauma es una experiencia organísmica, emocional y relacional que resulta de la imposibilidad de sentirse acompañado, cuidado y protegido por un otro ante la ruptura severa de la propia seguridad (Badenoch, 2018). Asimismo, la exposición vicaria de presenciar a otros en es- tados de sufrimiento límite puede resultar en trauma secundario, lo cual se ha
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