Pandemia y crisis: desafíos para las Ciencias Sociales
“Volver a la casa de los padres.” – 291 Los procesos de regreso a la casa de los padres no fueron para todos similares. Mientras para algunos implicó una conversación, para definir las condiciones de regreso (transferencias económicas, ayudas domésticas y definición de espacios), para otros fue un resultado de un proceso natural en el cual no se les exigió ex- plícitamente nada a cambio. En la mayoría de los casos, la situación económica de los padres era percibida como más estable que la de los jóvenes, a pesar de que algunos ya eran jubilados. La mayoría de los padres tenían casa propia, por ende, disponían de mayores recursos para hacer frente a las incertidumbres económicas provocadas por la pandemia, razón por las que ofrecieron y/o aceptaron el acuer- do de volver a convivir con sus hijos, entendiendo que esta situación transitoria les permitiría rearmarse económica y emocionalmente en un futuro próximo. En este sentido, eran los padres quienes se ocuparon económicamente de sus los hijos —en su mayoría profesionales y mayores de 30 años—en contextos de pandemia. Solo el caso de Danilo (30 años, contador) es distinto. Danilo tuvo que dejar sus estudios de contador para poder apoyar económicamente a su familia. Desde ese tiempo trabaja como vendedor en una tienda de retail . Cuando comenzó la pan- demia vivía en un departamento solo en Santiago centro, pero a principios de la pandemia tuvo que llevarse a sus padres a vivir con él. El padre, en razón de un problema de salud, había dejado de percibir ingresos. Como su salario se redujo considerablemente durante la pandemia, no logró sostener mucho tiempo su de- partamento y los costos de mantención de su padre, razón por la que decidió vol- ver a la casa de su abuela, en la que él y su familia ya habían vivido anteriormente. Ahora bien, independientemente de que el resultado de la ecuación dismi- nución de ingresos + incertidumbre económica = regreso a la casa de los padres es la racionalidad más extendida en nuestras entrevistas, para algunos —particu- larmente aquellos que regresaron a vivir a la misma casa donde crecieron— esta decisión no era concebida como una ayuda sino, más bien, como un derecho. Es decir, el regreso a la casa de los padres era una opción legítima, en tanto sentían tener derechos sobre la propiedad familiar: “yo ya estaba como muy desgastada y hablé con mi mamá al final, y le digo “mamá, sabi’ que no tengo dónde irme, honestamente no tengo a dónde irme”. Busqué arriendo con mi amiga, no encontramos nada decente, no tenemos plata para pagar esto, de verdad no tengo dónde y por otro lado yo también pensaba y decía “si yo tengo casa...” Como que está bien, es la casa de mi mamá, de mi papá, pero es una casa que está comprada, que está pagada y que tiene cinco piezas... y está mi mamá no más po’. Yo igual, igual hay un espacio ahí pa mí, pensaba... y nada, fue echarle mano a eso no más. Y lo hablé con ella y todo, y mi mamá me dijo que a ella le
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