Pandemia y crisis: desafíos para las Ciencias Sociales
216 – pandemia y crisis desafíos para las ciencias sociales medicamentos, sino que entregábamos comida” (Participante, Asamblea Territo- rial Independencia) El acopio de donaciones, ya sean internas o externas a la comunidad, en ob- jetos o en dinero, se masificó. Vemos una puesta en común de lo propio y de lo que llega a modo de donación para la redistribución de recursos (materiales, hu- manos, de vínculos), cuyo sentido parece ser alcanzar un bienestar (o algo que se le parezca) en estas emergentes condiciones pandémicas. Se trata, muchas veces, de recursos que están asociados a derechos mínimos que, sin embargo, no tienen una respuesta estatal consistente, por lo cual se generan esfuerzos mancomuna- dos para procurar satisfacer o dar acceso a la propia comunidad. “ Nosotros, nuestra escuela ha logrado gestionar sus cosas sola (…), hemos recibido donaciones no a nombre de empresas, pero sí de trabajadores de empresas. Y recibi- mos un aporte que lo estamos gestionando, que es de internet para nuestros niños, para los que no tienen acceso y recogiendo en casas computadores que la gente los haya dado de baja, para poder formatearlos y que los niños tengan computadores y acceso gratis por un año a internet, o sea, que esté cubierto ese gasto.” (Participante Comedor, El Bosque) Frente a las medidas e indicaciones del gobierno de quedarse en casa, asumir el riesgo que significaba salir en aquel momento a hacer trabajo comunitario, tanto por la posibilidad de contagio, como por la prohibición de transitar, impli- caba no solo una puesta en común de lo propio —trabajo y recursos—, sino que también un salirse de lo privado en un amplio sentido —tanto en términos del espacio del hogar, como en relación con las soluciones privadas a los problemas que enfrentaban—; y una pérdida de inmunidad o un sacrificio de ésta, en pro de la comunidad y de la construcción de lo común. Es así que cuidar de lo común —la salud y la vida de la comunidad que pare- cen no estar garantizándose por parte del Estado— es posible por medio de una “red sostenedora de la vida” (Puig de la Bellacasa, 2017) habitada y producida por una comunidad concreta. Dicha comunidad genera protocolos para prevenir el contagio por SARS-CoV-2 durante las acciones colectivas, limpieza de alimen- tos, rotación de los grupos para no exponerlos constantemente, mantenimiento de la provisión de mascarillas y artefactos de limpieza y protección, entre otros. Hacer entrega segura de los recursos acopiados se señala como requerimiento y condición para la acción solidaria, responsabilizándose y afrontando las conse- cuencias tanto económicas como sanitarias de esta pandemia. Algo que parece
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