Pandemia y crisis: desafíos para las Ciencias Sociales
Los cuidados en tensión – 159 cuidado, como lo muestra el hecho de que el mayor esfuerzo económico para sobrellevar la crisis ha recaído en las personas, recurriendo a sus ahorros previ- sionales, lo que se obtuvo por la presión social y parlamentaria, ante la reticencia del Ejecutivo a entregar mayores apoyos a las personas afectadas por la crisis del Covid-19. Además, la concepción subyacente de las medidas hacia el cuidado carece de enfoque de equidad de género, tendiendo a reforzar modelos tradicionales de familia, donde el cuidado sigue siendo un asunto relegado e individualizado que recae sobre las mujeres, reflejando la falta de una concepción social y un debate amplio sobre la relevancia de la corresponsabilidad social de los cuidados. Resulta importante constatar la contradicción entre el discurso maternalista y en favor de los niños y medidas que develan la percepción instrumental y alejada de la noción de derechos de la infancia, como fue la falta de permiso para que los niños puedan salir de la casa durante los meses de confinamiento, mientras el permiso para pasear mascotas estuvo vigente desde el primer momento; o la suspensión del permiso para trasladar al menor al hogar del tutelar durante cua- tro días, cuya rápida eliminación de esta restricción respondió a la presión de la opinión pública. Las medidas estatales implementadas han estado enfocadas principalmen- te en las necesidades económicas orientadas a la supervivencia y la regulación del consumo. Predomina una mirada economicista-tradicional y reactiva ante la crisis, con una fuerte impronta de iniciativas de transferencias monetarias condicionadas, volcadas a promover el trabajo remunerado, que corresponden a la tipología de políticas secuenciales, maternalistas y familiaristas (Blofield & Martínez, 2014; 2015). Las iniciativas y medidas relativas al cuidado son escasas y puntuales, en contraste con el alto número de proyectos de ley durante el año 2020. En parte, esto da cuenta de que el cuidado permanece como responsabilidad de las mujeres, no del Estado, los varones, la comunidad o las empresas. En este escenario, es necesario ampliar el concepto de economía para incluir los cuida- dos como una actividad indispensable para la sustentabilidad del tejido social. Aquí adherimos a lo planteado por economistas feministas, quienes ponen en el centro el trabajo de cuidado y su importancia material, económica y emocional para la reproducción de la sociedad (Batthyány, 2020; 2008; Himmelweit, 1995). Ante la evidente sobrecarga reproductiva en las mujeres y un vacío legal que las soporte, Chile tiene el desafío de reconocer la importancia del cuidado como trabajo, redistribuir el cuidado de mejor manera entre los distintos actores de la sociedad y reducir la carga de trabajo no remunerado que enfrentan principal-
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