Innovar y transformar desde las disciplinas: experiencias claves en la educación superior en América Latina y el Caribe 2021-2022

3 cambio, la calificación es la evidencia final, en un porcentaje de logro que depende del profesor y, además, depende de las exigencias del mercado. Reducir la evaluación a la calificación significa perder una instancia importante para valorar los logros y los pro- cesos de mejora de los estudiantes. En un contexto de innovación curricular que abarca el diseño de nuevos planes de estudio con sus respectivos perfiles de egreso y un fuerte trabajo de carácter curricular que se centra en los resultados de aprendizaje y en los mecanismos de evaluación para el aprendizaje, la discusión se ha desarrollado por las iniciativas que buscan el fortale- cimiento de los procesos formativos de pregrado. Es por eso que el diseño del proceso de la evaluación debe estar al servicio del aprendizaje y toda decisión relacionada con el ámbito pedagógico debe ser estratégica, puesto que debe apuntar a la acción forma- tiva y la retroalimentación individual y colectiva oportuna. Es imprescindible verificar cómo los estudiantes asumen y avanzan en su aprendizaje. Es más, se debe determinar qué estrategias cognitivas se utilizan para la comprensión de un contenido determinado. Es decir, es la comprensión del propio aprendizaje (Púñez, 2015). Esta temática, si bien es importante en el ámbito escolar, no es exclusiva de este. La evaluación es un tema crítico en el nivel universitario y/o de especialización disciplinar. En particular, el problema que se observa es el vacío que existe sobre lineamientos de los procesos e instrumentos de evaluación a nivel central de carácter institucional, ya que cada unidad académica ha resuelto sus propios dispositivos de evaluación según sus especialidades. Por lo tanto, este escenario ha generado una falta de valoración y consistencia de una cultura evaluativa para los aprendizajes. Es imprescindible consi- derar que, si se enseña, también se evalúa. La evaluación para el aprendizaje a nivel superior se convierte en un desafío perma- nente, puesto que: ¿se evalúa realmente las habilidades cognitivas de orden superior?; el planteamiento del instrumento evaluativo ¿es coherente con esa habilidad? (Morales y Zambrano, 2016); ¿se incorpora la retroalimentación en el proceso de aprendizaje? En este contexto de interrogantes, será forzoso contar con lo que se ha mencionado, la cultura evaluativa para los aprendizajes. Esta debe sostenerse coherentemente desde un planteamiento institucional que entregue un constructo de criterios para la implemen- tación de un sistema de evaluación y, con ellos, formatos o matrices para la aplicación de la evaluación, tanto a nivel general como de las especialidades de las carreras, en función de los ciclos formativos consignados en el modelo formativo de la universidad. Si en la época de pandemia ya se estaba inmerso en la llamada sociedad del conoci- miento, es dable preguntar, entonces, cómo evaluar para el aprendizaje considerando el escenario en el que interfieren y comulgan tanto el tema sanitario de nivel mundial y esta sociedad en la que el conocimiento y los contenidos están a un clic de distancia ¿Será imprescindible seguir evaluando el contenido tomando como eje las habilidades 905

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