Innovar y transformar desde las disciplinas: experiencias claves en la educación superior en América Latina y el Caribe 2021-2022
2 generar un sentimiento de pertenencia, en la que se promueva, entre otros, el diálogo, la reflexión y el análisis crítico. 2.3 Evaluación para el aprendizaje La evaluación es una de las instancias más importantes del proceso de enseñanza apren- dizaje. Abordar la evaluación implica necesariamente revisar las diversas aristas que componen la comunidad educativa en su conjunto. Es un espacio estratégico de apren- dizaje para el alumno (Montenegro, 2017), ya que mientras se evalúa hay una gran oportunidad para aprender. En este contexto, será pertinente distinguir entre la evalua- ción para el aprendizaje y evaluación de los aprendizajes. Es decir, la primera es aquella que evalúa formativamente y, la segunda, es la que evalúa en forma certificadora o habilitadora (Arribas, 20217). En el caso de la gestión universitaria, esta no deja de ser importante, pues es la que permite aprobar en las instancias formales, por ejemplo, de acreditación (temas de retención, egreso, etc.). En la evaluación para el aprendizaje, confluyen tres componentes críticos, pero ne- cesarios para centrar la problemática de la gestión en esta área, pues moviliza, el resto de las otras instancias de la gestión, tales como, el área curricular, valorar el perfil de egreso, gestión de créditos transferibles. Los tres componentes críticos, pero a la vez imprescindibles, parten de la consideración de la evaluación como: 1) un proceso y no un producto. Los aprendizajes se valoran en cada etapa que se relaciona con los meca- nismos de evaluación aplicados; 2) la evaluación de los aprendizajes implica cambios en el conocimiento, las creencias, los comportamientos, o actitudes. Este cambio se desarrolla con el tiempo y tiene un impacto duradero en los estudiantes, respecto de cómo piensan y actúan; 3) la evaluación es un proceso que los mismos estudiantes rea- lizan. Es el resultado directo de cómo los estudiantes interpretan y responden a sus experiencias, consciente e inconscientemente. En cualquiera de los dos casos, la evaluación “no es una simple actividad técnica, sino que constituye un elemento clave en la calidad de los aprendizajes, condicionando la profundidad y el nivel de los mismos” (Villardón, 2006, p.58). Perrenoud (2013) va más allá y sostiene que “si la competencia no es evaluada de manera formativa y certi- ficada, es poco probable que esta se desarrolle” (p. 147). La evaluación para los apren- dizajes permite convertir al alumnado de receptores pasivos a entes activos que cues- tionan qué, cómo, por qué y con quién aprenderán. Es más, también propicia el qué podrá hacer con aquello que aprendió en su realidad cotidiana y cercana, es decir, ha- cerla cercana y aplicada en su propia experiencia. Asimismo, hay que considerar la evaluación como una instancia propicia para moti- var a los alumnos, mediante la generación de expectativas en los propios estudiantes. Cabe señalar que la evaluación no se puede confundir con la calificación. La primera es continua permanente, formativa y requiere una retroalimentación constante. En 904
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