La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
como probable resistencia a situaciones percibidas como mal trato y autoritarismo. Por otra parte, las agresiones que declaran recibir, sin justifcación alguna, podrían, desde la perspectiva de los estudiantes, ser percibidas como abuso de poder, percepción que podría llevarlos a incubar un profundo malestar. “La violencia que se ejerce sobre los niños y niñas es devuelta luego a la sociedad… un niño castigado, violentado y humillado en nombre de la educación, interioriza muy pronto el lenguaje de la violencia y la hipocresía y lo interpreta como el único medio de comunicación efcaz.” (Miller, A. 2000:186) La incoherencia que visualizan y experimentan los alumnos y alumnas y que supuestamente les produce un malestar frente al trato y a la manera que se establecen las relaciones de convivencia en el interior de la sala de clases, entraña una tensión de heterogéneas consecuencias. Ya que no se estarían creando vínculos entre profesor y alumnos de manera tal, que el respeto fuese recíproco. “Hay que aprender a vivir juntos y junto a otros aprender a vivir, reconociendo al otro como un legítimo otro en la convivencia, considerando a ésta como un espacio singular para el aprendizaje y valoración de la diversidad y pluralidad en las relaciones humanas.” (Acuña, Astorga 2006:65) Existen alumnos que se inclinan en concordar en la forma como el profesor en esta relación aplica el control en el interior de la sala de clases, manteniendo de alguna manera un “ambiente controlado”. Justifcan esa estrategia, en contraposición a una postura laxa, indiferente y permisiva, es decir, una relación “blanda” que los incomoda porque esta pasividad es interpretada como una dejación o falta de interés de compromiso a su labor. 68
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