La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

“Como institución social, desarrolla y reproduce su propia cultura específca, referida al conjunto de signifcados y comportamientos dados por las tradiciones, costumbres, rutinas, rituales e inercias que estimulan y se esfuerzan por conservarla y reproducirla. Condiciona claramente el tipo de vida que en ella se desarrolla, y refuerza la vigencia de valores, expectativas y creencias ligadas a la vida social de los grupos que constituyen la institución escolar. En esta institución conviven, se relacionan los diferentes actores educativos, cuya interacción defne la vida de la escuela, cuyas características no tienden a la heterogeneidad sino que se inclina por la uniformidad, el predominio de la disciplina formal, la autoridad arbitraria, la imposición de una cultura homogénea, eurocéntrica y abstracta; los rituales sin sentido, el aprendizaje académico de conocimientos fragmentados, muchas veces memorísticos, y el distanciamiento de los problemas reales que afectan a los alumnos, los que inciden en el atraso de la escuela en cuanto a los avances y cambios que suceden en su entorno” (Pérez Gómez, 2004). También constituye una realidad multiforme que ha provocado un distanciamiento de los problemas reales que viven sus integrantes fuera del espacio escolar, los cuales impactan en su interés por permanecer en ella, en la forma como se asumen los diferentes procesos educativos, muy marcados por las relaciones de poder en la interacción cotidiana, las relaciones verticales, por un poder que circula en todos los ámbitos institucionales (San Juan, 2008). A la vez, “las formas generales de disciplina escolar”, conforman un poder disciplinario que se asocia al de un sistema de relaciones de arriba abajo, pero también hasta cierto punto de abajo arriba y lateralmente, es decir, atraviesa a la institución íntegramente, en donde habrá: vigilantes perpetuamente vigilados (Foucault, 2002). 48

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