La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
desidia, provoca la cultura de la resistencia y oposición al menos en aquellos individuos y grupos cuya cultura familiar se encuentra bien distante de la cultura de la escuela. Es posible que ante este contexto, el docente se sienta agobiado, saturados de las tareas y responsabilidades que le demandan el sistema educativo, donde además, su imagen y status no es valorado por la sociedad como sucedía años atrás. Hargreaves (1994) plantea que la cultura docente se encuentra, en la actualidad, en una delicada encrucijada, viviendo una tensión inevitable y preocupante entre las exigencias de un contexto social móvil, cambiante, fexible e incierto, caracterizado por la complejidad tecnológica, pluralidad cultural y la dependencia de los movimientos de libre mercado mundial por un lado y las rutinas, convenciones y costumbres estáticas y monolíticas de un sistema escolar infexible, opaco y burocrático por otro. En esta inevitable tensión, los docentes se encuentran cada día más inseguros e indefensos, se sienten amenazados por una evolución acelerada a la que no pueden o no saben responder. Las certezas morales o ideológicas de antaño se cuestionan y se desvanecen sin encontrar sustitutos ni compensaciones válidas y creíbles. Por ello, con lamentable frecuencia sus reacciones son inefcaces, se caracterizan por la pasividad, la inercia o el regreso a compor tamientos gregar ios, conservadores y obsoletos que priman el aislamiento o el autoritarismo. En síntesis, lo señalado permite conocer las formas de convivencia que se dan entre diferentes actores de la comunidad, las formas de abordar la convivencia y los nudos críticos que emergen de los discursos de los involucrados. En base a lo expuesto y los nudos críticos identifcados en el estudio de caso, se establece una propuesta piloto con el objetivo de abordar la convivencia de los actores a través del desarrollo de competencias emocionales, que les permita 40
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