La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

ciudadanía, que indica la edad para sufragio electoral a los 18 años. Desde el punto de vista electoral, el joven menor de 18 años no reviste importancia como cliente electoral del sistema al tiempo que la condición de imputabilidad jurídica y de no ciudadanía política lo deja en la indefensión plena (Reguillo, 2003). Cabe señalar que en el caso de los jóvenes con mayoría de edad, la conducta electoral del segmento entre 18 y 29 años de edad ha cambiado drásticamente entre 1988 y 2006, tendiendo a la baja sustancial en la participación del 36% en 1988 al 8,5% del padrón electoral en 2006 [1] . Con esto, los jóvenes mayores de 18 años constituyen un mercado electoral interesante de conquistar. Una segunda paradoja radica en que el joven en Chile, hoy se ubica entre la información y el consumo. Mayor manejo y acceso a la tecnología que no es consistente con los espacios de ejercicio y deliberación de poder. Pese a que la juventud guarda distancia con la política tradicional, participa resulta “en los nuevos espacios de presión y deliberación, sobre todo por vía de las redes virtuales, y de participación en movimientos sociales, ecológicos, estético-culturales, de género y de defensa de las minorías - movimientos cuya lógica participativa no es la mediaciones partidarias, sino de acción y movilización directas (…)” (Hopenhayn, 2008, p. 58). En tercer lugar, resulta paradojal la elasticidad del consumo simbólico al que tienen acceso los jóvenes en consideración de la rigidez del consumo material al que se enfrentan, asimetría que se intensifca en el marco de mayor acceso al mundo tecnológico al tiempo que no se presentan mejores condiciones de empleo juvenil. Por el contrario, éstas decayeron durante la década de los ‘90s, generando que los ingresos promedio juveniles se ubiquen sustancialmente por debajo del ingreso de los adultos ( 2008). 274

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