La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

relaciones entre el mismo sexo. Entre las alumnas hay posiciones diversas y contradictorias ante las relaciones entre el mismo sexo, si bien se reconoce su existencia y normalidad y la importancia de no discriminar. Pero junto a ello, se las señala como un problema, algo que no es normal, asimilable a lo ‘mongólico, lo abyecto y desviado, que responde o se debe a la lejanía de las niñas con sus familias y a la “confusión” transitoria del deseo. Se perciben así desde las jóvenes la vivencia de la sexualidad heterosexual como el horizonte permitido, aunque a veces subvertido, ese deseo móvil se vive en los retazos de la intimidad que el internado permite. No se publicita, sino que muta en abrazo, en toalla colgada en la litera o en carta cariñosa enviada a la amiga. Un deseo móvil, en tanto se admite que es posible ‘natural’ vivir otras sexualidades transitorias, tal vez como negación. Es así que desde las jóvenes se ve la sexualidad como una construcción menos esenc i a l i s t a , pese a l d i scur so hegemón i co de l a heterosexualidad, del binarismo mujer–varón, promovida por el internado: ‘se es mujer, se es señorita’. Un yo que se construye desde el mandato, que ‘fota’ en márgenes de tolerancia, pero cuya diferencia emerge subversiva de tanto en tanto, ya sea factualmente por la propia identidad sexual otra de una interna o desde la memoria cantada y recreada en el himno de cada fn de año de quienes egresan. Retomando lo señalado por Goffman (2001), respecto de la mortifcación del yo, es posible identifcar malestar en las internas, no sólo a propósito de las relaciones con las paradocentes, sino también entre “pares”, entre comillas, dado que igualmente existen relaciones de poder, en los que se funda el maltrato expresado entre ahijadas y madrinas. Finalmente, es deseable pensar el internado de jóvenes mujeres como un espacio educativo gratuito e inclusivo, culturalmente fexible y abierto a la comunidad escolar. En 217