La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

Hay proyectos de futuro claros, asociados a “ser alguien, tener una profesión” ser odontóloga, ingeniera, médica, veterinaria, psicóloga, etc.; y en su mayoría egresadas de universidades tradicionales. Hay trayectos ya defnidos que implican una secuencia: estudiar, trabajar, y tener una familia. Una secuencia que reproduce un orden social, pero con variaciones, por ejemplo no se concibe al matrimonio, como la única opción, sino también la convivencia. Varias de ellas además contemplan con su posterior inserción laboral apoyar a sus familias en términos económicos y responder a la expectativa de sus familias de ejemplaridad a que reproduce un orden vital, pero que pretende romper un orden social ‘normado’ como el matrimonio y los hijos. Se evidencian discursos más desde el orden del placer ‘tener más pololos en la U’. En este sentido, la institución totalizante que discute Glasman (2012) se construye acá con mayor nitidez respecto de la experiencia francesa, aun cuando se salga los viernes y exista comunicación telefónica, dado que el estar fuera solo supone una continuidad de la rutina enmarcada por el tiempo del internado, un disciplinamiento que se prolonga; el fn de semana es un recreo, en tanto el internado es la continuidad de un proyecto de futuro que fuera de la reja verde no existe. La violencia se instaura en la práctica educativa cuando se reproduce una imagen femenina que supone una identidad fja y lineal de qué es ser mujer. En este caso, se percibe también un predominio de la fgura del padre y la madre, como mamis y papis, como símbolos permanentes de un orden social familiar nuclear heterosexual. Ante la fgura o modo relacional nombrado como “madrinas y ahijadas”, hay posiciones e interpretaciones diversas; se admite que tras las relaciones de madrinazgo hay una relación de amistad y apoyo, en contextos particulares de desapego familiar y difcultad; o bien, es una fgura que acoge 216

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