La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
que se cuida hacia el exterior, pero que internamente se ve socavado ‘por la sensación vivida’ de todo es por ‘la imagen de la institución’, no por los sujetos que hay en ella. Un rito que aunque permitido es resistido por las paradocentes y la inspectora. Las condiciones de vida, cotidiano y rutinas, el día a día normado del internado, es concebido como una oportunidad y costo necesario para avanzar en un proyecto de vida que implica el acceso a una educación de mejor calidad y una profesión, pero igualmente genera tensiones, e impacta en las internas. Goffman (2001) alude a la mortifcación del yo, aunque no se pueden universalizar ‘esas humillaciones’. El reclamo, la humillación emergen más como los derechos no ejercidos en un cotidiano, lo que Kathia Araujo llama la normalidad de la vulneración (2009) dado que existe la noción de ideal normativo que es transgredido dentro y fuera de las instituciones. En este sentido pareciera más claro que no se esbozan discursos ni textos que cuestionen como colectivo ese orden de cosas autoritario, aun cuando se permean situaciones que marcan un ejercicio abusivo del poder, desde la inspectora o quien pueda ‘remover esos privilegios’ como becas. A esta falta de tiempo libre para otras actividades, se agregan los límites del espacio y de la privacidad; el desapego y alejamiento familiar, aunque un reconocimiento compartido es la adquisición de mayor autonomía y madurez. Se reconoce también que el internado ofrece mejores condiciones o entornos de estudio, más concentración, les permite alejarse de los problemas familiares; y se cuenta con una mejor infraestructura, como una sala de computación y biblioteca. Además, al estar interna, se disminuyen las difcultades de acceso al liceo, no necesitan recorrer diariamente largas distancias, liberando tiempo para estudiar y evitando las difcultades de transporte. 215
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