La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

intimidad que el internado permite. No se publicita, sino que muta en abrazo, en toalla colgada en la litera o en carta cariñosa enviada a la amiga. Un deseo móvil, en tanto se admite que es posible ‘natural’ vivir otras sexualidades transitorias, tal vez como negación, desde las jóvenes se ve la sexualidad como una construcción menos esencialista, pese al discurso hegemónico de la heterosexualidad, del binarismo mujer –varón, promovida por el internado: ‘se es mujer, se es señorita’. Un yo que se construye desde el mandato, que ‘fota’ en márgenes posibles de cómo ser mujer, pero que violenta otras posibles de serlo (Morgade, 2008). Retomando lo señalado por Goffman, respecto de la mortifcación del yo; es posible identifcar malestar en las internas, no sólo a propósito de las relaciones con las paradocentes, sino también entre “pares”, entre comillas, dado que igualmente existen relaciones de poder, en los que se funda el maltrato: “…o sea, ahijadas que le cortan el agua caliente o el agua helá en las duchas…sí se cuentan cosas malas, les esconden las toallas, a veces les hacen la vida imposible durante todo el año hasta que las terminan sacando…hacen que la niña se aburra y se vaya del colegio.” (Marcela, 3º medio). Una chica de Tercero le cuenta a la mami Tere que anoche le robaron $30.000 de la mensualidad, dice que era producto de su trabajo. La mami le cuenta que como las 1: 30 horas algunas niñas se levantaron; cree saber quiénes son, que son del dormitorio. No se atreve a decir delante mío de quiénes de trata. Juntan se van al dormitorio, aunque la mami le dice que no cree que la encuentren en los casilleros; ¿por qué no mandaste a guardar tanta plata? Le dice. Bajo. Diario de campo, tiempo libre. 8 Las mamis 210

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