La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
nada, siempre son amigas las que tenía, porque no creo que una persona ya, yo le estoy diciendo: eh, ya si quieres ser mi ahijada tienes que hacer esto. Y no poh, eso es un abuso de poder por ser mayor. Entonces nunca me metí mucho en esos temas y lo veía de esa manera, no tengo ahijada ni madrina por el hecho que no puedo, no me quiero sentir superior ni inferior, más que nada eso.” (Karina, 2º medio). Cómo se sostuvo en un comienzo hay relaciones de amistad y de contención afectiva, que es rotulada y prohibida. Habría una atmósfera de sospecha y vigilancia permanente en torno al relacionamiento afectivo entre las alumnas, que son naturales y necesarios, en contexto de desapego familiar y difcultad: “allá varias compañeras estaban mal y, obviamente, teníamos que darle apoyo y en la noche siempre pasa eso, porque viene todo el llanto y todo. Y eso es lo que encuentro injusto, porque ¡ya! ¡sepárense! ¡no pueden hablar y la cuestión! y ¡na’ que ver poh! Si están mal, hay que apoyarlas. Y de repente siempre llevaban anotaciones por eso. Entonces son como las reglas que encontraba injustas.” (Karina, 2º medio). Una de ellas comparte una cierta gradación, o escala de roles, no sólo se puede ser ahijada, también se puede ser hija: “…es como etapas (ríe), después de ser la madrina, después es la mamá que es un grado más alto, ya no es como todas las demás ahijadas, es especial ella porque es “la hija”… entonces, por ejemplo, puedo tener hartas ahijadas, pero sí tengo una hija…“una” hija tengo, ¿me entiende? Entonces igual es importante cuando dicen: ¿quieres ser mi hija? Entonces (…) es una amistad que tiene nombre, nada más que eso.” (Marcela, 3º medio). Se perciben así desde las jóvenes la vivencia de la sexualidad heterosexual como el horizonte permitido, aunque a veces subvertido, ese deseo móvil se vive en los retazos de la 209
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