La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

me pregunta qué voy a hacer allí, cree que voy a ayudarlas a estudiar, le señalo que es para un trabajo de la Universidad. “Dónde va a dormir” -me dice- ¿En la enfermería del segundo o tercer piso? -Prefero arriba- le digo. Pienso que sería más fácil el ingreso si en ese piso hay estudiantes que no me conocen. Corresponde al pabellón de los Terceros y Cuartos años medios, más un Segundo año. Ingresamos al pabellón, subimos al segundo piso y espero en la recepción. Las adolescentes circulan en su mayoría con pijamas y zapatillas de levantarse, cruzan de un dormitorio a otro. Otras aún visten el uniforme del liceo: buzo o jumper con un delantal con cuadrillé rojo y azul. Algunas se acercan a preguntarme “Mami, ¿qué hace aquí? Otras, a las que les imparto clases, cuánto me voy a quedar “Varios días” les respondo. Segundos más tarde, una estudiante dice “La mami se va internar”. Aparece otra paradocente, me presento. Ella es la mami Beatriz, le pregunto por los horarios: “18: 30 horas cena, las luces se pagan a las 22: 30 horas. En el tercero hay una salita para las niñas de 4º que estudian hasta más tarde, que van a Preu” (olvido los horarios, no es la primera vez que pregunto). La vida cotidiana del Internado se establece a partir de una rutina, signada por los horarios de estudio. Rutina que exige desde el inicio un equipo e indumentaria de uso personal. “Una rutina, digamos si (…) pero a las 6 de la mañana nos despiertan y es muy raro que una niña se levante a las 6 de la mañana y yo no soy la excepción así que me levanto como 5 pa’ las 7. (…) A esa hora vamos a tomar desayuno, después de hacer todas las cosas… apurada, obviamente, tomamos desayuno, conversamos con las chiquillas un rato …y…eso…es que no hay tanto tiempo para…para…conversar con las demás personas y aunque haya tiempo tampoco, porque uno ocupa tiempo para estudiar. Entonces, después de eso a las 8 entramos a clase, una rutina normal, de 8 a 4 de la tarde y ahí 187

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