La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
niños podían asistir a la primaria, a la escuela normal, luego seguir estudiando y rendir las pruebas para optar a los títulos universitarios. Entre 1895 y 1896 se fundan los liceos femeninos Nº1 de Valparaíso y Nº2 de Santiago a cargo de docentes alemanas que impartían la nueva pedagogía Herbart. Sólo en 1920 se dicta una nueva Ley que consagra la obligatoriedad escolar primaria para ambos sexos, lo que signifcó la reducción del analfabetismo femenino. Un hecho signifcativo para la educación de la mujer se ubica en 1877 al dictarse el Decreto Amunátegui. Éste permite a la mujer continuar sus estudios en un liceo, para luego obtener grados y títulos profesionales universitarios. Fue necesario, entonces, crear liceos femeninos con un nivel académico similar al de los varones. Sin embargo, éstos tuvieron un régimen distinto al de los hombres, puesto que pese a ser fscales, los liceos femeninos contaban con la supervisión directa de una Junta de Vigilancia, integrada por personas designadas por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de entre los padres y apoderados del liceo. En la Junta del Liceo Nº1, integrada sólo por varones, se estableció que la misión del liceo era formar a las madres de familia provenientes de hogares acomodados, pero no para prepararlas para la vida profesional. Los programas de estudio de estos liceos, incluso los de clase alta, tienen menos contenidos que los liceos de varones. En 1912 se dicta el decreto que establece la igualdad de planes y programas para ambos sexos. (Rossetti, 1988, p. 104) Según Amanda Labarca (1939), “aristocratizados y germanizados los dos primeros Liceos de Niñas de Santiago, cerraban sistemáticamente sus puertas a las jóvenes de la clase media y pobre” (Labarca, p. 202). Sostiene que como reacción el Ministro de Instrucción Pública Carlos Palacios en 173
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