La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
admirados, ser populares y quieren ser imitadores del acosador y en muchos casos tomar el puesto del choro, “Si quería parecerme a… y ver que se sentía…” (Entrevista niño) Si alguno de ellos, osara a revelarse o quisiera tomar el puesto del Choro, sin el consentimiento de los otros, este es desterrado y debe asumir todo el rigor del choro ya que pasará a ser una víctima más. “Es que en ese momento como yo era choro la empecé a insultar” (Entrevista niño) Muchas veces la lealtad de los cómplices al acosador, pasa a llevar sus propios valores, apoyando, defendo e incluso culpándose de los actos para defenderlo y evitar que sea sancionado. Estos actores (observadores y cómplices) cobran gran protagonismo, siendo una pieza fundamental y necesaria para el fenómeno del acoso, ya que a través de ellos se validan los roles de acosador y víctima. Un rol clave, el choro. El estudiante choro, en el desempeño de su rol transgresor se valida socialmente mientras que su víctima, objeto de humillación, burla, e invisibilidad ante sus pares, es profundamente estigmatizada. Puede utilizar cualquier espacio físico de la escuela para llevar a cabo sus acciones, la sala de clase, los patios, los baños, los pasillos, no existe ningún lugar que el choro, no se permita agredir a las víctimas. Pero tiene un lugar preferido, un escenario ideal, la sala de clase, donde realiza la mayor cantidad de agresiones verbales, coloca sobrenombres, insulta, acosa y expone al ridículo a la víctima en un espacio en el que se encuentran 161
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