La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

humanas capaces de mejorar valóricamente la sociedad (Nussbaum, 2010). Segundo: Una metodología de trabajo colaborativo que fomente la integración y no la competencia individualista o el desempeño insolidario. Esto no solo a nivel de estudiantes, sino principalmente a nivel de los profesores. Se requiere esencialmente en las comunidades escolares una permanente y estrecha comunicación y cooperación entre los docentes, de tal modo que se habitúen a compartir experiencias y a aprender mutuamente de los aciertos y errores de sus colegas. El psicólogo Dan Olweus propone la formación de “grupos para el desarrollo del medio social de la escuela”: “Los grupos de desarrollo del medio pueden convertirse en instrumentos importantes para la lucha contra la intimidación y la agresividad en la escuela. Pueden aportar experiencias valiosas y contribuir a que los profesores se mantengan activos en su participación. Estos, que a menudo deben abordar diversos problemas en sus propias aulas, pueden sentirse parte de un ‘grupo de apoyo colegiado’, en que los participantes aprenden unos de otros, se animan y se apoyan” (2008: 100). Colaborando entre ellos, uniéndose y no apartándose, los docentes han de traspasar a sus educandos los benefcios del trabajo cooperativo. En vez de fomentar la competitividad, que acarrea individualismo y rivalidades, es necesario que generen métodos de trabajo para fomentar la solidaridad. Se puede ceder aquí la palabra a la psicóloga Michele Elliot: “El buen civismo constituye la base de la prevención de las intimidaciones: cuando los estudiantes aprenden a trabajar juntos, a ayudarse mutuamente y formar un grupo muy unido, el acoso desaparece por completo. Resulta vital que los estudiantes participen en la solución de los problemas y que 141

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