La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
autoridad de autoritarismo, ya que esto último conduce a actitudes que promueven, más que reducen, las inadecuadas conductas de agresión o sumisión entre sus estudiantes. Un carácter frme, justo, equitativo, cercano pero no íntimo, comprensivo sin caer en lo permisivo, permite a un educador ganar la autoridad y el respeto de sus alumnos. 5) La planifcación de estrategias reductoras y de campañas de prevención del fenómeno en los establecimientos educacionales son totalmente necesarias. Además de la utilidad que tienen por sí mismas, contribuyen a la imagen de que tanto los directivos como los profesores del liceo se interesan por controlar el bullying y fomentan, así, la confanza de los estudiantes para informar sobre casos detectados. 6) La integración de los padres y apoderados en estas estrategias es imprescindible por el rol, ya expuesto en líneas anteriores, que juega la familia vinculado directamente con el fenómeno. Además, la familia y el liceo son los dos grandes ambientes institucionales en que los niños y los jóvenes se desenvuelven activa y frecuentemente, y es saludable para su formación que haya comunicación y contacto estrechos entre estos ambientes. Escribe Olweus: “Si se quiere contrarrestar los problemas de agresores y de víctimas de forma efcaz, es de desear que exista una cooperación estrecha entre la escuela y las familias” (2006: 96). La organización de esta cooperación debe ser asunto prioritario de las autoridades de los centros escolares. Las nuevas tecnologías de comunicación -internet, telefonía móvil, redes sociales digitales- pueden permitir también otras diversas posibilidades de contacto entre los centros de enseñanza y las familias. 139
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