La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como, por ejemplo, la de clase social. En nuestro discurso cotidiano utilizamos como fuente de metáforas e imágenes términos específcamente referidos al estigma, tales como inválido, bastardo y tarado, si acordarnos, por lo general, de su signifcado real” (1989: 15). El estigmatizado -más débil que los normales- puede responder a las manifestaciones de discriminación y maltrato de manera temerosa, defensiva o sumisa. Goffman agrega que “podemos percibir su respuesta defensiva a esta situación como una expresión directa de su defecto, y considerar entonces que tanto el defecto como la respuesta son el justo castigo de algo que él, sus padres o su tribu han hecho, y que justifca, por lo tanto, la manera como lo tratamos” (1989: 16). El estigmatizado es rechazado por el grupo de los normales, pudiendo responder a esto con un retraimiento defensivo o con baladronadas agresivas, provocando cualquiera de estas respuestas el hostigamiento o maltrato físico o psicológico de algunos de los normales. Esta teoría de Erving Goffman resulta ser un adecuado marco conceptual para enfocar el fenómeno del bullying. Porque los autores que tratan el fenómeno del maltrato escolar caracterizan a las víctimas con rasgos que calzan perfectamente con algunos de aquellos estigmas de que nos habla este sociólogo. Así, por ejemplo, Cerezo expresa lo siguiente: “Encontramos que los sujetos víctimas son chicos algo menores que sus agresores, débiles física o psicológicamente, que suelen ser el blanco de las agresiones de aquéllos. Se consideran tímidos, retraídos, de escasa ascendencia social, con alta tendencia al disimulo. Se aprecia un nivel considerable de neuroticismo y ansiedad. Escaso autocontrol en sus 128
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