La convivencia escolar desde el discurso de sus actores
miembros de cada una de esas categorías” (Goffman, 1989: 11). Una persona presente ante otros puede, en ocasiones, poseer un atributo que lo vuelve diferente de los demás: por ejemplo, una característica física (ser gorda o enclenque, ser de estatura pequeña, tener un color oscuro de piel), un defecto físico (cojear notoriamente), un problema de dicción (como tartamudez), una condición social inferior, etc., y ello lo convierte en desacreditado. Es decir, no se ve como una persona total y corriente, sino que es reducido a un ser menospreciado que, como ya se dijo, al ser defnido así implica unas muy reales consecuencias en la situación de interacción con los otros. “Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibe el nombre de defecto, falla o desventaja” (Goffman, 1989: 12). Est igma hace referencia, pues, a un atr ibuto desacreditador y aquí opera un lenguaje de relaciones, porque ese atributo que estigmatiza a un tipo de poseedor puede confrmar la normalidad de otro. Frente a alguien de rango social inferior, quién lo estigmatiza confrma su status superior. Frente a alguien con un defecto físico, quién lo menosprecia confrma su mejorada condición. Como enseña el interaccionismo simból ico, las personas alteran los signifcados y los símbolos que usan en la interacción sobre la base de su interpretación de la situación. El lenguaje relacional -como vasto sistema de símbolos- juega aquí un papel clave. Los normales -dice Goffman- creemos que la persona que tiene un estigma no es totalmente humana: “Valiéndonos de ese supuesto practicamos diversos tipos de discriminación […] Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro 127
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