La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

padres y apoderados, y la ciudadanía en general. Diversos estudios realizados por el Ministerio del Interior, el Ministerio de Educación, la Universidad del Desarrollo, Valora UC y Paz Ciudadana, dan por resultado que en Chile, cerca de un tercio de los niños y adolescentes son agredidos en el ámbito escolar (Bellido, 2010). Según cifras aportadas por la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior, tras efectuar el segundo Estudio de Violencia en el Ámbito Escolar (2008), se logró determinar que en Chile el 10,7% de los estudiantes se declaran víctimas de matonaje, amenazas, acoso y discriminación permanentes de parte de sus compañeros, presentándose el fenómeno un 7,6% en colegios particulares, un 9,8% en subvencionados y un 12% en municipales. En los discursos ofciales, en el lenguaje pedagógico y estudiantil y en los medios de comunicación, el fenómeno de la violencia escolar y de la agresión entre pares muchas veces se califca de “bullying”. Sin embargo, este concepto - que fue acuñado por el psicólogo noruego Dan Olweus, primer estudioso del tema, y que puede traducirse como acoso, hostigamiento, intimidación, maltrato o matonaje- propone nombrar una situación de agresión con características bien precisas: “La situación de acoso e intimidación y la de su víctima queda defnida en los siguientes términos: Un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos” (Olweus, 2006: 25). El bullying, por lo tanto, es un caso específco de violencia escolar, claramente delimitado y poseedor de rasgos concretos: un victimario (o varios) causa un daño, hiere, hostiga o maltrata -física, psicológicamente o de ambas maneras- a una víctima de forma repetida en el tiempo. El bullying, asimismo, se enmarca en una forma de violencia relacional, en la que se establece un abuso de poder: el o los 120

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