Los tratados entre la Nación Mapuche y la Corona de España

120 Carlos Contreras Painemal levantasen con esta ciudad, les tienen cariño y amor. Conser- van cruces en sus casas, invocan el dulcísimo nombre de Jesús cuando estornudan, tropiezan ó se lastiman. Muéstranse bien afectos á las cosas de nuestra santa fe católica. Claman por los Padres de la compañía de Jesús, que vivan. entre ellos y les enseñen las cosas de su salvación, y los que instan más en esto son los desdichados españoles cautivos, que, aunque tienen ya libertad para salir del cautiverio, ó ya por la vergüenza de pare- cer entre los suyos, olvidados de la policía y nativa lengua, ó, lo que es más cierto, por estar ya tan enviciados en las costum- bres de los indios, que lo menos que tienen aprendido dellos es la poligamia; pues el que menos tiene seis mujeres, y hay españoles destos que tienen veintiocho hijos y gran número de nietos y nietas, que son otras tantas amarras ó raíces que los tienen asidos á su desdicha y con notable olvido de Dios. Nadie se admire desto, que la descomulgada tierra de nuestro corazón no lleva otra cosa que espinas y abrojos, cuando le falta el cultivo espiritual y el riego del cielo, mediante el uso de los Santos Sacramentos y predicadores del Evangelio. Pero en medio de tan espesas tinieblas, la centella de la fe y conocimiento de la vida eterna, que como entre cenizas se conserva en sus almas cubierta y ahogada con tantos vi- cios, urga y solicita sus corazones con la consideración de que van sin remedio camino del infierno y condenación eterna, y así toman por partido, ya que no se hallan con fuerzas para arrancar de aquel atolladero, solicitar á los Caciques que pidan Padres de la compañía de Jesús que vengan á sus tierras, y, con

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