Los tratados entre la Nación Mapuche y la Corona de España

102 Carlos Contreras Painemal que le produjo. Iba todo él ardiendo, y en su seguimiento una bestia fiera, llena de astas retorcidas la cabeza, dando espan- tosos bramidos y lamentables voces; visión que dio motivo á la contemplación piadosa, á interpretar por ella aquel mons- truoso animal que vio San Juan en su Apocalipsis en quien no conocen los expositores sagrados á la gentilidad, idolatría y deshonestidad que tan arraigada está entre estos indios. Con que parece podemos esperar en la divina misericordia, se ha llegado ya el tiempo en que por medio de predicadores apostó- licos, por quien clama ya este gentilismo, quiere que sea des- terrada, á despecho suyo, esta bestia que ha tenido tiranizada á su Dios y á su Rey esta tierra, y dando voces por verse des- alojada y lanzada de su antigua posesión, abriendo el abismo su boca, la trague y consuma despedazada entre los dientes de sus furiosas olas y encendidas corrientes. Estas son las señales que parece ha dado el cielo (y así lo interpretan los indios, refiriéndolas con tan gran pavor, tem- blor y conmoción de sus ánimos, que mudan semblantes, alte- ran la voz y tiemblan de admiración y espanto) de que quiere nuestro Señor rindan ya su cuello al suave yugo de su Cruz y ley evangélica, por medio de la obediencia y sujeción á nuestro católico Rey. Y como la divina providencia dispone aún los efectos sobrenaturales de su gracia, no siempre con milagros, sino valiéndose de humanos medios, con que eficaz y suave- mente ejecuta sus intentos, guiándolos con fortaleza hasta sus fines, quiso elegir para los buenos sucesos y pacificación que

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