Rostro de Chile: reencuentro con la exposición original de 1960

248 / 249 1 Bajo la apariencia de una grisácea y melancólica descripción del paisaje chileno, Gabriela Mistral anticipó un pensamiento de la ternura y el afecto en algunas de las páginas que aportó al libro Autorretrato de Chile publicado en 1957, compendio de voces seleccionadas por el novelista Nicomedes Guzmán y antesala literaria de lo que sería, pocos años después, la primera exposición Rostro de Chile en 1960.1 Procurando contrarrestar el glosario de la gesta soldadesca que se avecinaba con el sesquicentenario de vida independiente de Chile, la poetisa esgrimía el recuerdo de su territorio maternal en oposición al pintoresco paraíso que subyacía en el imaginario del país. Así, distanciada de la quietud que brindaba esa nostalgia nortina, y lejos también de un insigne poema naturalista, el texto de Mistral pensaba la vida en torno al símbolo de la piedra, que se materializaba en un agreste cordón cordillerano. Esa naturaleza inanimada le servía para establecer, además, una historia de contrastes estéticos entre el goce que producen los castillos feudales de la Europa central y la parquedad del paisaje andino donde la patria parece resignarse a la desdicha de lo infecundo: 1. GUZMáN, N. (1957). Autorretrato de Chile . Santiago: Empresa Editora Zig-Zag, 490 pp. Dirección, prólogo y notas de Nicomedes Guzmán. Pero, se dirá, la vida no prospera sobre la roca y sólo medra en limos fértiles. ¿Dónde escapan de ella para crear las patrias?2 Y a pesar de todo, también escribió Mistral que sobre la piedra y después de ella descubriríamos la yerba, se abrirían los llanos y los valles donde florecería un futuro botánico. De ese encuentro entre la piedra y la hierba surgió, entonces, un libro coral que hizo suya la paradoja de relevar un autorretrato del país, pero sin disponer de suficientes imágenes para retratar esa serranía marmórea. De ello también emergió una especie de incógnita sobre cómo representar fielmente la naturaleza nacional ante la escasez de catálogos museales, documentos y colecciones de tradición moderna que permitiera, además, cotejar una idea de realidad nacional post-centenario,3 toda vez que los primeros antecedentes fotográficos se encontraban en los ateliers , en los salones académicos, en las revistas magazinescas y en la prensa periodística. Es dable pensar que en la antesala literaria de aquel autorretrato, se inscribió un primer ensayo narrativo y textual, pero al mismo tiempo visual y 2. MISTRAL, G. (1957). Chile y la piedra, en Autorretrato de Chile . Ibid., p. 30 [original en El Mercurio , Santiago, 1944]. 3. Se puede consignar como antecedente ilustrado el Álbum del Centenario de la Independencia de Chile publicado en 1910. El copihue no me recuerda la sangre, sino el fuego, el cintarajo del fuego libre y la llama casera; el fuego fatuo y el diurno; el bueno y el malo; el fuego de todos los mitos.1

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