Rostro de Chile: reencuentro con la exposición original de 1960
240 / 241 No tengo total y nítido recuerdo de la primera vez que escuché sobre Rostro de Chile . Debe estar en mi olvido de estudiante de fotografía de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en la aridez de la sede de Las Encinas de fines de los noventas, cuando, al concluir el año, presentamos nuestra producción en base a portafolios y exhibiciones acotadas. En ese instante, al momento de exponer frente a la comisión de profesores, surgían permanentemente una serie de referencias visuales no vistas en el proceso. Uno entraba a una conversación con una sensación de haber llegado atrasado, tratando de conectar cabos sueltos. En esta escena improvisada, se activaba una serie de referentes que intuitivamente llegaban a la propia croquera, a la libreta de notas, para luego transferir esos apuntes a una acotada biblioteca, que muchas veces no permitía indagar más. Por supuesto, una era pre digital. Lo que sí recuerdo nítidamente es que en la conversación sobre Rostro de Chile se fortalecía la figura del magnífico fotógrafo nacional Antonio Quintana como una especie de motor de acciones, un acelerador de sentidos, que daban cuenta de la proeza de esta exhibición monumental acontecida a inicios de los sesentas. En ese tenor, es que la invitación que se me hace a participar en una aproximación a Rostro de Chile por parte del Archivo Central Andrés Bello, surge como la posibilidad de recuperar un lugar alojado en mi memoria de origen sobre lo fotográfico , lo cual presenta una posibilidad de relacionarme con los archivos: imágenes y documentos, de manera única, para de esta forma, poder descifrar algunas preguntas que se sostienen desde el primer momento de escucha, y así soslayar la llegada tarde, la fisura del atraso, para abordar temas fotográficos que configuran un plano relacional de construcción de identidad nacional y, de tal manera, construir una aproximación a la fotografía desde un lugar de pesquisa para la comprensión de un cuerpo mítico e inédito en términos de producción, construcción dialógica entre territorio e identidad, como también referencial para una Universidad pública conectada con las exigencias, desafíos y proyecciones de su país. Una primera cuestión que fue muy clara y evidente sobre la investigación desarrollada en los últimos dos años con el Archivo Central Andrés Bello,2 en colaboración remota por el estado pandémico, es que estábamos frente a un proyecto de escalas y magnitudes complejas. Esto no solo desde el punto de vista de aproximación “al archivo” y la intensidad de poder ir descubriendo modos de hacer fotográfico, sino también por ser un proyecto en la manera de abordar la mirada identificatoria sobre un país no visto. Esto es, necesariamente, 1. SONTAG, S. (1973). Sobre la fotografía . España, Alfaguara, 1973, p. 244. 2. Reuniones periódicas los días jueves de manera quincenal a través de Zoom, con un equipo integrado por Alejandra Araya, directora Archivo Central Andrés Bello; Andrea Durán, subdirectora Archivo Central Andrés Bello; Cristian Gómez-Moya, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo; la diseñadora Trinidad Moreno y el diseñador Rodrigo Latrach. “La fotografía no se limita a reproducir lo real, lo recicla: un procedimiento clave de la sociedad moderna. En forma de imágenes fotográficas, las cosas y los acontecimientos son sometidos a usos nuevos, reciben nuevos significados que trascienden las distinciones entre lo bello y lo feo, lo verdadero y lo falso, lo útil y lo inútil, el buen gusto y el malo”.1
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