Historias de vida de directoras escolares: contexto y voces

48 HISTORIAS DE VIDA DE DIRECTORAS ESCOLARES: CONTEXTO Y VOCES Vilma señala que gran parte de los logros alcanzados en la gestión que ha realizado en am- bos cargos, jefa de Unidad Técnica y directora, se han debido al reconocimiento de los y las docentes de sus capacidades, y a su propia conciencia sobre el rol de directora. Los seis años que ejerció como directora le permitieron poner en práctica muchas habilidades y generar un trabajo en equipo con su grupo de gestión, dedicando una gran cantidad de tiempo al desa- rrollo profesional. En lo personal, dediqué mucho tiempo al trabajo porque me sentía muy a gusto en lo que hacía y la organización familiar no se alteraba. Mis hijos y marido aceptaron mis horas de permanencia, pero me hacían notar que era mucha la responsabilidad y las tareas que en ocasiones debía resolver. Cuando terminó su período directivo postuló nuevamente al cargo y aunque quedó en la terna no fue elegida. Por ser docente directiva fue ubicada en otro establecimiento donde asumió como inspectora general. Tuve tiempo para hacer mi duelo, nunca imaginé que debería dejar mi querida escuela de formación. Era incompatible mi permanencia con una nueva administración. Hicimos un trabajo muy bueno, superamos todas las metas solicitadas, pero no fue suficiente. Después de la pena, pasé a la rabia y de ahí a la conformidad que da el trabajo bien hecho. Recibí muestras de cariño y reconocimiento que apapacharon mi espíritu. Estaba dispuesta y decidida a enfrentar un nuevo desafío. El ejercicio de un nuevo cargo le ha permitido reencantarse con la labor educativa y conocer e incorporarse a una nueva comunidad. Trabajar con adolescentes ha puesto en juego otras ca- pacidades. Son otras las demandas y prioridades, y por ende otras las acciones que ha debido impulsar. Conciliación del trabajo y la vida personal Cuenta Vilma que su adolescencia transcurrió complementando la vida familiar con activida- des en el círculo de amistades de su colegio y la pastoral juvenil de la parroquia a la cual perte- necían. Cuando tenía 16 años comenzó a compartir con el grupo de amistades de su hermana mayor y también con sus primos y primas mayores, y en ese círculo conoció a su actual esposo. Estos vínculos de amistad han formado parte de su vida hasta el presente. La vida de barrio era segura y permitía el acceso a fiestas, paseos, encuentros deportivos y culturales. Siempre se sintió muy regalona de su padre y de su madre. “Me casé en el año 86 por opción. Convencida de que era el momento y la persona con la cual quería compartir la vida”, señala Vilma. En la semana, ambos trabajaban toda la jornada y se volvían a encontrar en la “tarde noche”. El año 87 tuvo su primer hijo. La dinámica familiar les cambio totalmente. Como fue planificado, pudo estar con él los seis primeros meses y luego se reincorporó al trabajo, ya que contó con el apoyo de las abuelas. Ellas lo tenían en sus casas con una cuidadora, y después del año y medio su hijo fue al jardín. Ahí comenzaron a organizar- se para ir a dejarlo y buscarlo. Gran parte de la actividad familiar era asumida desde mi rol de madre y esposa. En el 90 tuve mi segundo hijo y fue necesario darle un nuevo soporte a la dinámica familiar. Ya no se podía depender de tantas personas, había que reorganizar la vida. Contó con el apoyo de una cuidadora, quién se hizo cargo de la casa y de sus hijos, por lo que pudo seguir trabajando todo el día y luego retomar las tareas del hogar y de los niños.

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