Tránsitos y trans-formaciones: Foro de las Artes 2021
121 dar cuenta de lo representado da cuenta de las decisiones tomadas o asumidas por el representador y el representante. Una representación es por ello una delegación de la soberanía de una presencia (de un sujeto corporizado o de una comunidad corporizada). El venir de la presencia, en este sentido, habla entonces de una imposibilidad de un presentarse directamente para un conjunto de otros que llamamos audiencias. Las razones de esta imposibilidad de autopresentarse (o si quiere autorepre- sentarse) son muchas, pero el artista, en este caso, como agente de una representación debe partir asumiendo esta posición, cuestionando su propio derecho a representar al otro. Como lo plantea muy certeramente Sánchez a propósito de un trabajo de Angelica Lidell el punto es bajo qué condiciones uno puede ganarse el derecho a la representación³², o en otro texto se pregunta si puede ser posible representar sin usurpar una soberanía³³. Muchas veces el artista es ante todo un mediador, y la obra ella misma una mediación. No podemos escapar de la representación y acaso no sea ese el problema sino la conciencia sobre cómo la producimos, cómo nos convertimos en mediaciones y cómo ejercemos políticamente esa condición de medio. Se pone en tensión entonces la idea de autonomía, pero no se invalida. La obra de arte atraviesa diversos regímenes para ser y, en determinadas experiencias, la obra consiste en este atravesa- miento, en esta conjunción entre estética y ética, entre representación y responsabilidad. Ponerse en el lugar del otro, o tomar el lugar del otro, hablar en nombre del otro o darle la palabra pueden ser formas siempre al límite de la usurpación, pero al mismo tiempo –a veces– es la manera en la que ese otro llega a la presencia, se constituye en sujeto de enunciación. No es el problema la representación en sí, cuanto la política que con ello este- mos elaborando. De ahí que lo político de una obra no sea nunca ni prioritariamente el tema o el asunto alu- dido, sino las prácticas o acciones que un artista asume para la producción de esa representación. Lo político se juega en la capacidad de la obra de proponer una experiencia heterogénea sobre esa otredad, de alejar- se del cliché, de convertir al otro en sujeto de enuncia- ción y no sólo de enunciados. Tres provocaciones: historia, género 32 José Antonio Sánchez, “Ética de la representación”, Apuntes de Teatro, 138 (2013), p. 19. 33 Nos apropiamos de las preguntas que plantea Sánchez: “¿Resultan entonces irreconciliables la representación estética y la representación en cuanto delegación? ¿Es siempre la representación mimética un obstáculo a la representación de quien trata de dar voz? ¿Existen representaciones en las que la ficción potencia y no usurpe o silencie la voz de aquella a quien se representa?” Véase: José Antonio Sánchez, Ética y Representación, México: Paso de Gato: 2016, p. 81. D o c u m e n t a l e s s o n o r o s c o n a f r o d e s c e n d i e n t e s : d e l p r o c e s o d e c r e a c i ó n a l c o m p r o m i s o p o l í t i c o p o r u n a r t e r a d i o f ó n i c o * Mauricio Barría J. y Raúl Rodríguez O.
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