Comunidad y América Latina: avances decolonizadores
98 La fuerza de este ideario de privilegio hacia lo urbano, la fuerza de los hechos ha llevado a la modernidad a la transformación de lo rural en urbano, la evolución hacia lo urbano, en tanto esto es lo deseable como el único camino a seguir. En tanto lo rural es lo atrasado, por tanto, es el pasado que deber avanzar hacia el futuro, como una cuestión natural y normal de cambio hacia el desarrollo. Es así como los datos demográficos muestran que hace 100 años, en el caso de Chile, la población rural era de un 70%, y en cambio en años recientes ha llegado sólo al 30% (Rozas, 1998) e incluso al 25% según otros datos (Cepal, 2012; Lattes, 2010). En este sentido se valora la mayor calidad de vida que tiene la población urbana, en cuanto a salud, a vivienda, a educación, a trabajo, etc., de modo que los planes de los gobiernos y de los organismos internacionales es mejorar esos bajos estándares en el ámbito rural, manifestando su preocupación por las malas condiciones de vida del sector rural y, consecuentemente proponiendo estrategias de intervención para sacar a esas poblaciones de sus condiciones vulnerables. Lo rural en función de las necesidades de lo urbano Decíamos que la agricultura, la ganadería, la minería, la explotación excesiva de los productos del mar, son todas áreas productivas de lo rural que están construidas para beneficio de lo urbano (Landini, 2015). De allí que, en realidad, lo urbano sea el gran monstruo, la verdadera bestia que todo lo consume, maderas, minerales, agua, alimentos. A través del latifundio, de las plantaciones a gran escala, de los fundos y las fincas, lo rural se estructura en base a una posesión desigual de la tierra. Pocas familias poseen grandes extensiones y la mayoría de la población pequeños ranchos con los cuales apenas puede vivir.
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