Comunidad y América Latina: avances decolonizadores
76 prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan (Foucault, 1970, p. 78). Nuevamente el ejercicio al que invito, es a proponer una comprensión acerca de “comunidad” pero no reemplazando un significado central (colonial) por otro periférico (no-colonial), pues esta binaridad omite que entre los no-coloniales también se construyen (construyeron) relaciones de poder y subordinación que resultan contrarios a lo que esperamos de una vida en-común. Así, si la discusión, problematización, revisión o re-significación de los binarismos que declaran como lugar de enunciación este territorio sur no son los suficientes, aún, o mejor, brillan por su ausencia, o mejor, porque alguien (algunos) consideran que son obsolencias, es ahí donde me quiero quedar. “Si la excepción es permanente, metodológicamente entonces es pertinente analizarla, develarla pues el olvido ha dejado de ser un componente implícito para convertirse en epicentro de un proyecto político” (Millacura, 2011, p. XXV). Porque lo que está en juego no es la legitimidad o ilegitimidad del concepto, sino la legitimidad o la ilegitimidad de quien lo ofrece, expone, diserta. Se trata, en realidad, de poner en juego unos saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instancia teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de un conocimiento verdadero, en nombre de los derechos de una ciencia que algunos poseerían (Foucault, 2001, p. 22). Bien lo sabía Fanon (2009), quien, desde una mirada influenciada por el psicoanálisis, reflexionaba acerca del hambre por adquirir los símbolos del amo, en nuestro caso, por el pensamiento de la metrópolis, por las teorías del norte: La arquitectura del presente trabajo se sitúa en la temporalidad. Todo problema
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=