Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

75 No tiene por qué ser fácil. Razón tiene Edwards Said cuando nos recuerda que la solución de lo uno no es lo otro. Sobre todo, espero haber mostrado a mis lectores que la respuesta al orientalismo no es el occidentalismo. Ningún antiguo “oriental” se encontrará a gusto con la idea de que él es susceptible-demasiado susceptible- de estudiar a los nuevos “orientales” u “occidentales” que él ha fabricado. Si el conocimiento del orientalismo tiene algún sentido, es recordarnos cómo, de qué manera seductora, puede degradarse el conocimiento, no importa qué conocimiento, dónde o cuándo se produzca. Y ahora quizás más que nunca (Said, 2007, p. 431). O, mejor dicho, la solución a nuestra sociedad individualista no puede ser una sociedad comunitaria. Así de fácil no es. Todo colonialismo entonces a lo menos, debe ser comprendido por la historia de sus colonialismos internos. Así entonces, podremos pesquisar el sentido de las categorías que nos permitan imaginar los cambios. Impulsarlos, no desde la consigna ni la cita, según la norma de las revistas indexadas. Sino desde la comprensión del significado, el que se alcanza por la reconstrucción del contexto en que adquiere sentido. No se trata de neutralizar el discurso, lo que se quiere es dejar de lado las cosas. Des-presentificarlas. Sustituir el tesoro enigmático de las cosas, previas al discurso, por la formación regular de los objetos que sólo en él se dibujan. Definir estos objetos refiriéndolos al conjunto de reglas que permiten formarlos como objetos de un discurso, no al análisis lingüístico de la significación, sino a relaciones que caracterizan una práctica discursiva. Es decir, no tratar los discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que remiten a representaciones o contenidos) sino como

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