Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

55 El plano, el territorio plano, es la selección que se realiza por encima de territorios de cordillera o de selvas, porque ello es un componente fundamental de un modo de vida, de un paradigma que define un tipo de existencia. En un terreno plano, en un valle, se abre la opción del sedentarismo, es decir la posibilidad que la población permanezca en el lugar, no migre, no vagabundee, sino se quede allí. Ello es lo que la sociedad piramidal necesita, fijar la población en un espacio de modo de tener acceso a ella para su utilización. Tener disponible una población reunida, es un buen negocio, pues baja los costos de traslado y, permite que el elemento productivo cuente con la mano de obra que necesita. El valle, un terreno plano, permite una agricultura sin altos y bajos, apta para tirar surcos, depositar las semillas y luego recorrer la línea para la cosecha, e incluso apropiado para el uso útil de animales de trabajo o de maquinaria que aumenta la capacidad productiva por su velocidad y ahorro de mano de obra. De aquí es que se genera una escala de valores, donde el valle tiene el más alto precio, y las otras zonas, que por ser rurales o por ser montañas, tienen un precio más bajo. Este privilegio por el valle, desata un conjunto de consecuencias que van encadenadas unas a otras, y que promueve un paquete de situaciones, o, dicho de otro modo, desata la instalación de un macro-sistema, con múltiples elementos, que todos apuntan a dar existencia a un tipo de sociedad y a desvalorizar y combatir otros sistemas de sociedad. Hay aquí un determinismo que lleva a privilegiar cierto tipo de animales, cierto tipo de trabajos, cierto tipo de pareja o matrimonio, cierto tipo de alimentación, cierto tipo de estudios, de vivienda, de ropa, etc., un universo de cosas que impacta muy negativamente en otras zonas que vamos a llamar “diferentes”, la cuales pasan a ser denigradas por el valles o desde lo urbano, nominándolas como espacios de segundo plano, barbaros, atrasados, visto incluso con tristeza, como algo dañado, desfavorecido, como un espacio mal diseñado por el destino, difícil de modificar y que principalmente se conceptualiza

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