Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

259 Los desafíos que rondan la formación de comunidades en lucha son vastos, no sólo para las comunidades diferenciadas en virtud de una injusticia cultural y los movimientos sociales, sino que para estas en general. Acerca de lo que Gramsci conceptualiza como hegemonía, la extensión de los ideologismos dominantes por los circuitos culturales y las modalidades contemporáneas en que se desarrolla la vida social imponen una serie de retos al proceso de formación de comunidades en lucha por cuanto dificultan la consecución de una disposición a actuar como clase. Por un lado, la cultura neoliberal, que grosso modo propugna la realización de la libertad humana exclusivamente en el mercado, y su expresión en una serie de prácticas y valores ampliamente extendidos en la población. Por otro lado, las modalidades de trabajo propias del modo de acumulación contemporáneo, que flexibilizan la relación de los individuos con la estructura productiva, y un aventajamiento cada vez más abrumador de los vínculos societales por sobre los comunitarios, fenómeno ya identificado en las obras clásicas de la sociología. De ahí que el estudio de la condición particular de cada uno de los grupos que conforman las sociedades latinoamericanas sea fundamental, pues su forma de vinculación con el entramado total de relaciones sociales que constituye el orden vigente determina sus posibilidades de desarrollo político, tornando sumamente generales las apreciaciones susceptibles de realización. Dicho lo anterior, resulta relevante notar el modo en que los grupos rebeldes son capaces de relevar principios antagónicos a los dominantes en su proceso de insubordinación y cómo estos nutren un proceso de formación de comunidades en lucha, de clases sociales, de largo aliento. Más allá de la importancia coyuntural de consignas como el “No al lucro en la educación”, voceada por los estudiantes chilenos, o la idea del Buen vivir, parida en el seno de las comunidades indígenas ecuatorianas y bolivianas, en la historia de los tiempos lentos y los hechos de larga duración estas representan alternativas ideológicas para posibles articulaciones de mayor extensión. Respecto de la revuelta chilena inaugurada en octubre del

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