Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

255 culminación de un largo proceso de formación de comunidades en lucha. El neoliberalismo, tanto por su ofensiva contra las organizaciones del mundo popular (sindicatos, asociaciones estudiantiles, partidos políticos, etcétera) como por la reestructuración de las economías que impuso y, con ello, de la estructura social, destruyó a las clases sociales en sus dos dimensiones. Por un lado, en sus manifestaciones de madurez política, es decir, en cuanto comunidades en lucha. Por otro lado, en sus mismas bases de formación. La reorganización de la economía, al imponer una nueva forma de vinculación de los individuos con la estructura productiva y al alterar una serie de condiciones materiales, echó por tierra aquellos otrora fundamentos de la acción política. En el caso chileno, más allá de los ataques a los cordones industriales, el proceso de desindustrialización no hace posible el surgimiento de una clase obrera industrial como la del siglo pasado, simplemente porque ya no existen obreros industriales donde antes los hubo. Según señalan León y Martínez (2001), uno de los cambios más importantes en la estructura ocupacional chilena entre 1971 y 1995 fue la caída de la significación de la clase obrera industrial, pasando de representar un 28.5% a un 13.1% de la población económicamente activa. Lo mismo ocurre con los obreros argentinos, quienes, si en 1965 ocupaban un 47.5% de los empleos, en 1995 sólo lo hacían en un 31.3% (Kessler y Espinoza, 2003). La América Latina y el Caribe de hoy no sólo arrancan de las cenizas del movimiento popular del siglo XX, sino también de las de su estructura de clases. Teniendo en consideración el constante proceso de formación y desintegración de comunidades en lucha y la dialéctica constitutiva de las clases sociales, la acción política encuentra un cause interpretativo alternativo. El desplazamiento de las organizaciones tradicionales de izquierda por nuevos sujetos respondería tanto a la existencia de un sistema político formal en el que aún no encuentran lugar grupos propios de la nueva época como a procesos de formación de comunidades en lucha poco desarrollados. La emergencia protagónica de nuevas organizaciones políticas,