Comunidad y América Latina: avances decolonizadores
212 independencias de los países de África, pero no a través de los partidos políticos sino mediante líderes africanos que volvían de sus estudios de Europa y de la ex Unión Soviética, en la lógica de reintegrarse a sus sociedades, en un proceso muy similar a lo que ocurrió a nuestros próceres de la patria en América Latina, a comienzos de siglo XIX. La perspectiva latinoamericanista, si bien comparte miradas con el marxismo, viene del pensamiento de intelectuales latinos con influencia de las escuelas de estudios latinoamericanos en EEUU, todos con enfoques de izquierda y centrados en aumentar la participación, a través de cambios en las estructuras sociales (Castro- Gómez, 1998). Los aspectos medulares de esta corriente apuntan a señalar una suerte de independencia de la tutela de los países desarrollados y un rompimiento con las burguesías presentes al interior de los países, en la perspectiva de desatar las fuerzas dormidas del “ser” latinoamericano. Apelando a la sabiduría histórica y ancestral radicada en el pueblo, constituido este por los indígenas, los campesinos y de los trabajadores, principalmente quienes habían sido oprimidos, pero que contaban con los recursos y la capacidad para hacer frente al progreso y al momento histórico de levantar América Latina. Sacarla de la pobreza y así demostrar al mundo que aquí existía un actor potente que liberado de sus cadenas podía hacerse presente con sus cualidades, ventajas y riquezas propias que se alojaban en el ser y en la esencia de ser latinoamericano. Se atribuye así a lo latinoamericano una suerte de esencia, cultural, ancestral, histórica, presente en los pueblos del continente, que, aunque con diferencias se compartían dimensiones similares, y que nos conformaban como poblaciones hermanas, unidas, conectadas, con experiencias en común, constituyendo así una gran familia.
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