Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

139 para la acción comunitaria, porque nos alerta y nos predispone en buscar los caminos más pertinentes para con cautela atender los requerimientos propios de la acción con la comunidad en la que nos invitamos a participar. Al respecto, y tomando en consideración estos puntos, es que se fue indagando las vivencias del trabajo con educadoras en formación en sus relaciones con las comunidades educativas, en este caso educativa, con la primera infancia. A continuación, unos señalamientos de dichos reconocimientos a partir de una pregunta para la reflexión sobre nuestras concepciones sobre el sujeto. Creo que, de una manera correcta, el enseñar termina siendo un proceso de retroalimentación, donde no sólo quien obtiene estos nuevos conocimientos aprende, sino que también quién los entrega (Educadora 1). Si vamos a participar de ese aprendizaje debe ser de forma respetuosa y sin interrumpir, ya que aprender significa vivir nuevas experiencias y entenderlas con el propio cuerpo, alma y mente (Educadora 2). Los diálogos se fueron abriendo a reconocer-nos sobre cómo nos agenciamos en nuestra relación con otros, donde el sentido del enseñar se aleja de una relación jerárquica, sino que se implica y en complicidad con el aprendizaje, el cual se reconoce pasa a ser una vivencia virtuosa que se atiende con deferencia hacia el sujeto que la protagoniza. La pregunta juega un papel fundamental que busca abrir como rizoma (Deleuze y Guattari, 1980) posibilidades que, por un lado, ramifica nuevas acciones o preguntas y, por otro lado, va generando y enraizando nuevas conceptualizaciones. Nuestra acción movilizadora dice relación con las preguntas y como se señalaba anteriormente nos permite mapear y sabernos situar en el devenir de la acción pedagógica. La pregunta problematizadora nos conduce a

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