Comunidad y América Latina: avances decolonizadores
113 ellas (García Linera, 2010). Pero, existe una forma de vida que está presente en el mundo rural escasamente investigada, nutrida por las experiencias campesinas e indígenas (González, 1986) y otros actores que viven en dichas zonas. Algunos de estos aspectos son los siguientes. Por un lado, hay una mayor armonía entre la comunidad, la alimentación y el medio ambiente. Esto es un consumo de productos que vienen de la naturaleza, los cuales son reproducidos mediante semillas que se vuelven a plantar de año en año. De modo que la alimentación exige solamente productos del año, es decir aquellos que se pueden cosechar según la época. Esto trae consigo un ritmo que sigue la población rural, que es el ritmo de la naturaleza y del clima. En verano se consumen alimentos de esa época, luego se cambian si la época es invierno u otra. De manera que la armonía se expresa en que las necesidades de minerales y vitaminas que consume la comunidad son aquellas que están presentes en los frutos de cada época. Es decir, hay una relación entre necesidades alimenticias, el producto que las satisface y la época en que estos se dan. Por todo ello, el ritmo de vida de la zona rural es muy distinto al ritmo de la vida urbana. Hay más tiempo, hay menos necesidades urgentes, se puede esperar. De alguna forma las cosas están disponibles cuando las condiciones del espacio rural lo permitan y no cuando las personas lo deseen, de manera que no hay que apresurarlas y se debe aprender a esperar. El tiempo puede transcurrir de manera acompasada, sin aceleramiento, sin un límite establecido, una conversación puede mantenerse sin la búsqueda de una conclusión específica. En este sentido el propósito de cumplir un objetivo tiende a diluirse. No es que no existan objetivos, sino más bien no son ellos los que comandan sus vidas. Las personas del sector rural no tienen una especial atención a la rentabilidad y a la eficacia (Farah y
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