Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
87 disposición a recibir la información que el mediador emite — como sensación de haber percibido algo que aún no logra determinar — y, luego, se reconoce en las reacciones emocionales al signo. La lectura que el mediador hace de las emociones del consultante se dirige a propiciar un esfuerzo en éste para mantener el movimiento sígnico, lo que no asegura que en el consultante no se genere una resistencia a lo enunciado por el mediador; es decir, un interpretante energético. En el intercambio sígnico, suceden simultáneamente los interpretantes inmediato, dinámico, lógico y final, los cuales propician efectos como interpretantes emotivo y energético. En este tenor, la relación entre mediador y consultante propicia una explosión de sentido (por referir una expresión de Lotman, 1998) entre emociones, esfuerzos y resistencias que eventualmente se buscan contener en interpretantes finales (véase figura 13). 15 En el amarre, el consultante llega con la intención de descubrir qué sucede y qué tiene que hacer; mientras, el mediador se presenta con la intención de mostrarle el camino para que 15 Para comprender los diferentes niveles de lectura de la figura 13, véase la figura 15.
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