Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

86 Como se refirió, el primer interpretante que siempre entra en juego es el inmediato, pues permite reconocer a un signo como signo. En el amarre, éste sucede cuando el consultante reconoce lo que el mediador afirma. Sin embargo, el signo que el mediador presenta nunca es autoevidente para el consultante, por tanto, presenta múltiples posibilidades referenciales para éste. En ese momento, se produce un interpretante dinámico, es decir la selección de la posibilidad que estabilice al signo, ya sea como un interpretante final o como un lógico. Sin embargo, en caso de que el consultante no logre sedimentar el signo, el mediador propicia un interpretante lógico para el consultante y, al mismo tiempo, impide que el consultante pueda llevar los referentes en un sentido contrario a la narrativa. El movimiento que se da entre interpretantes inmediato, dinámico, lógico y final se desarrolla en un proceso como juego entre objetos inmediatos y dinámicos en el consultante, que el mediador siempre intenta estabilizar con un referente que sea coherente con la narrativa, con el fin de que el consultante no oponga resistencia emocional o lógica, sino que haga un esfuerzo por comprender cuáles son las sucesiones lógicas que el mediador le propone (véase figura 13). Como se mencionó, las respuestas no sólo son verbales, también hay corporales; es decir, interpretantes emotivos y energéticos. En el interpretante emotivo se presenta una

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