Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

85 ella, tanto el mediador como el consultante, ponen en juego una serie de casos que les permiten formular la coherencia suficiente, entre premisas y conclusiones en relación con la narrativa, para que se establezca una regla de acción. La serie de casos formulada propicia ramificaciones lógicas posibles, las cuales no son producidas únicamente por la charla entre consultante y mediador, también se consideran comportamientos de los agentes metafísicos como respuestas a esas posibles ramificaciones lógicas. Por ejemplo, algo dicho por el mediador — como algo que no parezca consecuente — puede provocar en el consultante comportamientos físicos asociados a emociones como temor, tristeza, sorpresa o ira. En este sentido, el proceso se construye con las reacciones del consultante y el comportamiento del mediador. Para esto, el mediador infiere la personalidad del consultante, a través de la numerología por medio de la suma de los números de su fecha de nacimiento y la cantidad de letras de su nombre completo, es decir, por un proceso inductivo. Con eso, busca provocar duda en el consultante, haciéndole ver que su malestar es producido por algo ajeno, quizá causado por alguien más. Posteriormente, se realiza una consulta de cartas del tarot para diagnosticar la situación. Dentro de esta consulta, cada carta muestra un término (rema) que sólo cobra importancia en la narrativa cuando el consultante tiene una reacción corporal a él, lo que permite al mediador articular los términos en proposiciones; mientras, el consultante relaciona los términos y proposiciones que le hacen sentido (véase figura 12). Finalmente, cuando alguna idea se expone como posible, se busca confirmarla a través de los chamalongos, piezas circulares de coco que se avientan sobre una superficie y que dependiendo de la posición en que caigan ofrecen una confirmación o negación de dicha posibilidad. En este punto se pueden identificar los interpretantes que entran en juego.