Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos

81 aprehensión afectiva debe ser primordialmente del amarrado hacia el consultante, aunque implique ir en contra de la voluntad del objeto, es decir dominarlo. En la figura 8, se muestra el triángulo ideológico del Consultante. A pesar de que la dirección del vector va del Destinatario al Sujeto, el primero también es resultado de buscar un beneficio más allá del Sujeto; es decir, de dimensiones psicológicas, económicas y sociales. Esto le permite al Sujeto actuar para obtener el Objeto, pensando que éste le permitirá no sólo satisfacción personal, sino beneficios posibles en el entorno. Con respecto de los triángulos del mediador, en la figura 9 se presenta el triángulo activo. En éste, se aprecia que el Mediador no tiene una confrontación directa con el Oponente, sino a través del ayudante. Más bien, la confrontación por el Objeto los pone en relación: el Sujeto quiere que el ritual se cumpla y el Oponente no. Para lograr su objetivo, el Mediador hará los rituales necesarios que le permitan quitar todo impedimento de lograr el amarre. Para alcanzar su Objeto, el Sujeto realiza rituales que confrontan al Ayudante y al Oponente. En un primer momento, ambos son entidades metafísicas que pueden relacionarse directamente, pero no con el consultante ni con el amarrado. Eventualmente, se espera que las acciones realizadas por las entidades tengan un efecto directo en lo terrenal. De igual manera, en un segundo momento, el Mediador indicará al Consultante cómo actuar sobre su entorno, ya que el mediador no puede acceder directamente a él.

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