Estudios y reflexiones desde entornos latinoamericanos
78 En la relación entre Sujeto-Objeto-Ayudante, expuestos en la figura 2, son necesarias una serie de acciones por parte del Mediador-Ayudante (véase figura 3). Esto porque en las reglas establecidas en la santería sólo una persona iniciada tiene el poder de invocar a entidades metafísicas para tener injerencia en otros espacios y tiempos. En el cuadro actancial de la figura 3, el Mediador se convierte en el Sujeto, cuyo objeto de deseo es el cumplimiento del amarre. Este ritual se realiza con la motivación de modificar la relación afectiva entre el Consultante y el Amarrado, en beneficio del primero, relación que cumple la función de Destinador; mientras, lograr la satisfacción del Consultante es el Destinatario. Para cumplir su objetivo, el Mediador invoca a entidades metafísicas — el Ayudante — que le aseguren la realización del amarre. Sin embargo, durante el proceso, el Sujeto y el Ayudante se enfrentan a otras entidades metafísicas y al entorno del Consultante que impiden el cumplimiento del objetivo; por tanto, se debe propiciar la eliminación del Oponente. Aunque, las entidades metafísicas no pueden intervenir por voluntad propia, sino que deben ser invocados por algún mediador. Con base en la narrativa expuesta del Mediador, el Oponente debió realizar acciones para que el Consultante se separe del Amarrado o le impida su relación. Esto da como resultado un tercer cuadro actancial (véase figura 4), en el que el oponente de las figuras 2 y 3 ahora es el Sujeto cuyo Objeto es lograr la separación del Consultante y el Amarrado, motivado por el fin de modificar la relación entre éstos. Para conseguir su Objeto, el Sujeto se apoya de la generación de conflictos, que pueden ser o no propiciados por otras entidades metafísicas. En este caso el impedimento de alcanzar el objeto proviene del amarrado, pues en su voluntad está no alejarse del Consultante.
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